Podríamos comenzar diciendo que casi un año y medio después estaban, más o menos, las mismas caras en el Loco Club de Valencia, tanto arriba como debajo del escenario. Y otra vez repitiéndose las mismas buenas sensaciones (me atrevería a decir que mejores) de la última visita de los Long Ryders durante el mes de diciembre del 2014, esas que casi sin darnos cuenta nos hicieron sentir a una parte de los allí congregados como protagonistas secundarios de algún film de John Ford, Sam Peckinpah o Walter Hill....si un magnífico concierto es rematado por una conmovedora versión del “Don’t cry no tears” de Neil Young y por una soberbia recreación del “Older guys” de los Flying Burrito Brothers entonces es casi como llegar al clímax...
El concierto de estos grandes abanderados del Pasley Underground (por acá más conocido como Nuevo Rock Americano) fue una peregrinación constante a los históricos cuatro episodios que constituyeron su legado ochentero. Bendito legado que, por cierto, no hace más que reclamar un merecido lugar en la historia y, asimismo, que dotar de grandeza a una década vilipendiada e injustamente menospreciada por cierto sector de entendidos cuyas teorías ya huelen demasiado si tenemos en cuenta la grandísima calidad y cantidad de nombres y bandas cuyas herencias han influenciado y envejecido mucho mejor que la de décadas y generaciones posteriores. Eso sí, todo sea dicho también, entre los nostálgicos ochenteros que no ven ni escuchan nada más que música de aquellos 80’s pocos son los que reivindican el importante papel de los Long Ryders como uno de los grandes referentes.
No pudimos llegar a la previa de Dan Stuart pero fuentes íntimas de confianza nos aseguraron que el que fuera líder de Green on Red no estuvo nada mal. Más tarde nos desquitaríamos en parte de esa ausencia al disfrutarlo como invitado de los Long Ryders en la recta final de este glorioso bolo.
Cual si fuese un sabroso y ansiado aperitivo “Run dusty run” se convirtió en el primer cañonazo de lo que allí se había ido a escudriñar y a gozar. Las guitarras de “Tell it to the judge on Sunday”, de “Ivory tower”, de “I had a dream”, de “Final wild son” y de “Sweet mental revenge” serían las restantes encargadas de recordarle al personal lo fenomenal que fue el primer larga duración de los californianos de 1984, el “Native sons”. Como joyita más antigua del primer Ep publicado en el 83 se uniría a esta digna causa una exquisitez como “I don’t care what’s right, i don’t care what’s worng”.
Respecto a los egregios elegidos para recordar el “State of our union” del 85 desfilaron “Mason-dixon line”, una muy emocionante “Years long ago”, “Two kinds of love”, “Good times tomorrow, hard times today”, “You just can’t ride the boxcars anymore”, “Lights of downtown”, “State of my union” o ese fundamental himno que nunca debe faltar “Looking for Lewis and Clark”.
Vamos con la cabalgata que representó al “Two fisted tales” del 87. Obviamente no faltaron maravillas como “Man of misery”, “A stitch in a time”, “Guslinger man”, “The light gets in the way” o la versión de NRBQ “I want you bad”.
A todo este arsenal de esplendor hubo que sumar la costumbre de un par de versiones. Esta vez no fueron los Byrds o los Flamin Groovies como en la anterior visita. Si un magnífico concierto es rematado por una conmovedora versión del “Don’t cry no tears” de Neil Young y por una soberbia recreación del “Older guys” de los Flying Burrito Brothers entonces es casi como llegar al clímax. El colmo de los colmos fue la última bala en la recámara otra vez con Dan Stuart como invitado de lujo al recuperar otro tesoro oculto ochentero, el “Baby, we all gotta go down” que el de los Green on Red publicó en 1985 junto a Steve Wynn, por aquel entonces militante de los Dream Syndicate, ambos bajo el pseudónimo de Danny & Dusty y que fue incluida en el álbum que llevó por título “The lost weekend”.
La actitud de los cuatro miembros de The Long Ryders fue soberbia con un justo y equitativo reparto de protagonismo. Si Sid Griffin derrochó carisma y mucha mayor simpatía que en la última visita contagiando con su sonrisa a Greg Sowders, la intachable profesionalidad de Stephen McCarthy y Tom Stevens no creo que dejase indiferente a nadie que se fijase en ese detalle.
Aunque el repertorio fuese bastante similar al de la gira anterior vale la pena reincidir con la misma experiencia cada año y pico, y máxime teniendo en cuenta el nivelazo que esta gente se gasta. Además ello sería buena señal, la de que estos forajidos legendarios están vivos y nosotros también. Y ya de paso quizás en el futuro por fin se animen en directo con dos gemas que el que suscribe lleva muy dentro, “Here comes that train again” o “For the rest of my days”.
Fue un concierto extraordinario, igual que esta crítica, a la altura de lo que allí vivimos. Ojalá vuelvan a repetir pronto.
ResponderEliminarVeo que bastante parecido a lo de Madrid. Mucha Grandeza la de los Long Ryders.
ResponderEliminarBrazzos.
Las bandas de esta estirpe nunca fallan, mantienen el rock and roll en todo lo alto, celebro el disfrute, un repertorio imponente y grandes invitados, y encima grandes versiones, como para no disfrutar.
ResponderEliminarAbrazo.
Afortunados los que estuvísteis por lo que leo... Me alegro!
ResponderEliminarAbrazos y Amunt.
No pude ir, pero comparto tus reflexiones sobre el grupo y la década de los ochenta. Excelente crónica, Johnny.
ResponderEliminarAbrazos.
Enhorabuena, ya me hubiese gustado pillarlos, últimamente ando escaso de conciertos de tronío como éste. Me pincho mi Native Sons para resacirme, jejeje. Saludos
ResponderEliminarPara mí fue bastante mejor que en la anterior visita, y eso es mucho. Es un auténtico lujo ver end directo a los Long Ryders en tan buena forma. Abrazos, friends.
ResponderEliminarEste año no he podido ir. Ya veo que estuvo incluso mejor que el anterior concierto. Me alegro de que lo pasarais bien.
ResponderEliminarUn abrazo!
Para mí fue mejor y mira que disfrutamos con el anterior, masterfriend.
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